La enorme lucha de Juan Pablo Michaud

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Actualizado: junio 1, 2017

«Todo arrancó en el 2007, cuando jugaba para Caza y Pesca; comencé a levantar fiebre y tenía mucho cansancio al levantarme de la cama porque no me recuperaba. A la vez sentía inflamaciones en las articulaciones y no recordar haberme caído o golpeado como para entender por qué me dolía tanto. La fiebre al principio no era alta pero aumentaba cada semana; fue en ese momento cuando me realizaron estudios y descubrieron que tenía lupus. Me empezaron a tratar esa enfermedad; en el hombre es mucho más agresivo que en la mujer, por eso comencé a padecer insuficiencias renales. Hicieron todo lo posible para salvarlos pero no hubo caso; de ahí surgió el tema del trasplante en 2012 de un donante cadavérico. Estuve trasplantado dos años, pero luego hubo rechazo leve al primero  y en el 2015 fue más agudo y por eso debí volver otra vez a la diálisis, tres veces por semana».

Juan Pablo Michaud narra en el medio de la charla su lucha diaria, pero ese peregrinar a la clínica no le impide dentro de las limitaciones lógicas, continuar al mando de la Primera femenina de Derqui, equipo que compite en la máxima división de la Asociación Femenina Metropolitana de Básquet (AFMB). Llegó allí a mediados del 2013, a través de una propuesta de su amigo David Paoli; nunca había dirigido femenino.

«Tuve una entrevista con la gente del club y me gustó la idea porque era un nuevo desafío en mi vida como entrenador, conocer el modo de dirigir mujeres, y también significaba otra salida laboral. Arranqué solamente con primera y en 2015 agregué las formativas», cuenta en el mediodía del viernes, previo al comienzo del fin de semana donde estará con sus dirigidas.

Juan Pablo comenzó a jugar básquet en el Tiburón de Don Torcuato, su lugar de nacimiento, y si bien la mayor parte de su vida como jugador estuvo afincada allí, tuvo pasos por San Andrés y San Miguel. Como director técnico también efectuó sus primeras armas en Caza y Pesca con el minibásquet; luego tomó las formativas y continuó en Ateneo Popular Versailles, Italiano de Capital Federal y San Miguel. Sus capacidades lo llevaron a formar parte de los cuerpos técnicos de las selecciones U13 y U15 de FeBAMBA durante varios procesos, desde 2008 hasta el 2015, su última excursión cuando representaron a la Federación en el Argentino de Embalse Río Tercero, compartiendo funciones con Agustín Bajz y Ariel Trapasso.

«Cuando llegué a Derqui, habían salido campeonas y ascendido al Nivel 1; me atrajo mucho la posibilidad de dirigirlas en la máxima categoría femenina, pero la verdad fue muy duro, porque las rivales a enfrentar tenían un nivel muy superior. Jugamos cotejos muy difíciles, los afrontamos de la mejor manera, pero no estábamos a la altura y nos tocó descender. Luego, con unos cambios de formato del torneo, permanecimos en la categoría y eso nos permitió prepararnos de otro modo. Tuvimos un mejor desempeño», afirma Juampi.

Derqui es un club de barrio, con un colegio, lo cual para el entrenador es positivo porque le permite captar jugadoras. Los problemas físicos no lo amedrentaron para recorrer la zona y buscar potenciales chicas a incorporar en su esquema.

«Busqué convencerlas de venir a jugar; traje un grupo proveniente de San Miguel, otras de Pilar; les inculqué la idea de representar a la institución en un torneo competitivo y así armé el plantel. Tuvimos un gran año, perdimos un solo encuentro de cuarenta, lo que nos permitió salir campeones en la Zárate-Campana y segundos en la Metropolitana. Ese equipo fue variando, hoy ya no es el mismo porque el básquet femenino tiene muchos idas y vueltas sobre todo en temas de familia, estudios; todo es muy a pulmón por parte de las chicas», expresa. Y agrega:

«En el masculino es diferente, porque hay cuestiones que el varón no tiene en cuenta, llega al club, se olvida de todo y comienza a entrenar; con las mujeres existen factores distintos, como la maternidad, embarazos durante la competencia y razones donde como cabeza de grupo debo tener en cuenta y adaptar las prácticas que resulten eficaces, productivas con el objetivo principal de hacer funcionar al equipo».

Juan Pablo también debió con su proceso personal conocer su cuerpo ante las reacciones. Modificar sus descansos, alimentación, tomar precauciones y poder rendir al máximo de sus posibilidades.

«A veces debo parar la moto, cuando no me siento bien bajo los ritmos, correrme un tiempo para regenerarme y cargar pilas. Lo aprendí a manejar porque sino me termina pasando factura; la idea es disfrutar de esto lo mejor posible», admite.

Tiene 34 años; el apoyo incondicional, sus pilares afectivos son Osvaldo, el padre, mamá Mónica y su hermana Ana Clara, cuatro años menor. Junto a ellos, desde hace tres se sumó Verónica Lugo, la novia.

«Ellos me bancan en todo lo que necesite, sea viajes, traslados, acompañarme, siempre estuvieron conmigo. Mi novia también es una persona de fierro; la conocí en Derqui, es jugadora mía en la Primera e hizo el curso de entrenadora y dirige a las más chiquitas. También me ha dado una mano cuando tuve varias internaciones o no estaba bien de salud, me cubrió en el club y hemos llevado encaminada la situación desde ese lado. Las chicas la quieren un montón, ha sido y es muy importante para mi en lo humano y laboral», confiesa Michaud.

Al final de la charla, se explaya con respecto al trasplante, y lo relaciona con su pasión y amor por este deporte. Hace fuerzas por no quebrarse de la emoción, con sonrisas francas.

«A principios de año me sacaron el riñón trasplantado porque tenía fallas que afectaban mi organismo, mi cuerpo, mi estado de salud. Era mejor sacarlo antes de dejarlo ahí, y ese mismo día, unas horas después, me fui al club con mi novia porque necesitaba estar allí, compartir una cancha y despejar la cabeza de mi internación, donde estuve casi un mes. El básquet es mi cable a tierra, mi todo, desconectarme de los problemas personales que a veces me llevan a no estar de la mejor manera; el solo hecho de sentir y saber que voy a estar con las chicas para entrenar, me genera fuerzas y energías para seguir adelante y continuar luchándola».

Juan Pablo Michaud, entrenador de Derqui. Un enorme luchador de la vida.