Jorgelina Janout, jugadora del Maxibásquet

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Actualizado: febrero 16, 2017

AFALP está evaluando la posibilidad de agregar el femenino en su actividad. Con algunos proyectos en carpeta, la dirigencia está en pleno proceso de reformar y agrandar las instalaciones con el fin de poder concretar ese anhelo, y brindar la chance que mujeres de todas las edades se acerquen a entrenar y jugar.

Mientras tanto, la entidad de Ciudad Jardín posee un equipo femenino que participa en el Maxibásquet de FeBAMBA. El plantel es dirigido por Pablo Cazabat y está integrado por jugadoras que retornaron una vez reinstalado, y si bien todavía son pocas no descartan el sueño de crecer en cantidad y calidad para ser protagonistas en el campeonato.

Arrancó oficialmente la pretemporada y Prensa habló con una de sus integrantes, Jorgelina Janout; apenas comenzó la charla, todo lo referido a resultados y partidos quedó en un segundo plano, porque La Turca (como se la conoce en AFALP y con el apelativo que se siente más cómoda) comenzó a desandar un diálogo donde se priorizó el sacrificio mancomunado de las chicas, lo que significa entrenar luego de un día con ocupaciones personales, laborales, maternales y aún así dejar el espacio para poder disfrutar de la pasión por el básquet. Entre otros interesantes temas.

«Llegué a AFALP a los ocho años, y de hecho estoy jugando con compañeras que estaban conmigo a esa edad. Crecí aquí y soy una chica del club porque los veranos los pasábamos acá, usábamos la pileta; por eso lo amo, además tuve la suerte que a partir de los 25 años comencé a trabajar también aquí y verlo desde otro enfoque. Hoy trabajo y juego en AFALP y gracias a Dios tengo una excelente relación con todos en la institución», cuenta Jorgelina en el mediodía de un agradable viernes, a pocos días de comenzar formalmente la temporada. Los entrenamientos son lunes y miércoles de 22 a 23.30. Un horario que deja bien en claro el sacrificio de las chicas, no solo por entrenar al final del día, sino, como bien lo explica ella, no son niñas, y al otro día deben comenzar la jornada temprano.

«¿Sabés que pasa?, somos todas mujeres con familia, esposos, hijos y la realidad ya es un sacrificio juntarnos a las diez de la noche y además ir a jugar el partido, donde a veces la cancha queda lejos. Porque al otro día hay que levantarse e ir a trabajar, levantarse temprano para llamar y llevar los chicos al colegio, hacer la vida de mujeres, madres, esposas e hijas. Como siempre digo, una dentro de la cancha no se da cuenta porque vuelve a ser una adolescente, y eso te renueva, reconforta. En ese momento no es ningún sacrificio; sí lo es al otro día, cuando estás lesionada, te duele todo y debés seguir con tu vida; ahí es donde te das cuenta que no tenés más quince años (risas). Pero obviamente es un disfrute tan grande que los sacrificios dejan de serlo cuando entrás a la cancha. Fuera de eso, somos un equipo de amigas y amigos, porque el Profe es uno más».

La noche que los U15 recibieron a Ferro Carril Oeste por la clasificación al Argentino de Clubes, la cancha estaba llena como hacía mucho no se veía. Fue un cotejo emocionante, ganado por la mínima frente a un enorme contrincante y por eso, con el pasaje a Bahía Blanca conseguido, la algarabía y felicidad hizo que los festejos se prolongaran por un espacio bastante posterior a la conclusión del encuentro. A un costado, alentando y sin mostrar signos de fastidio por estar perdiendo tiempo en su horario de entrenamiento, las chicas esperaron, comprendieron  el momento crucial de la institución, y pasadas las 23 horas, cuando el rectángulo mostraba espacios para entrenar, ingresaron a picar la pelota y tirar al aro. Un gesto que las pintó a cuerpo entero cuando menciona la palabra sacrificio y contracción al trabajo.

«Nosotras vamos a ver al masculino y lo disfrutamos como hinchas, y si tenemos que resignar tiempo de entrenamiento por algo tan importante, lo hacemos gustosas», afirma.

Referido al momento donde explica los sacrificios de horarios para poder jugar a lo que aman, se le menciona que sin dudas hay detrás un enorme apoyo, comprensión y acompañamiento de la familia. Y aquí asoma el lado mas sensible de la armadora.

«Si, olvidate!!!! A mi en lo particular en el medio de la temporada me tocó la separación, pero antes, cuando estaba en pareja, siempre recibí apoyo para jugar. Y a las chicas también, sino no lo podrían hacer, el aguantar y preparar la comida en muchas ocasiones; llegar a casa tarde y que los chicos ya estén durmiendo. Y hoy que me toca vivir sola con mis hijos (Santiago, 15, y Leandro, 11 años), también está el aguante de ellos, porque muchas veces no me ven en todo el día, y cuando voy a entrenar apenas tengo el tiempo de prepararle la cena y salgo al Club. Nunca sale de ellos un ‘Mamá, nos dejás de nuevo’. Inclusive para ellos es valioso, porque desde mi óptica, el tema de estar, ser responsable, comprometerte con un grupo y el equipo, es también un modo de enseñarles. Ver a su madre como tal y como jugadora, que entiendan ese aspecto, donde ella puede ganar y perder, pero que el disfrute pasa por otro lado; que el compromiso debe sostenerse y respetarse a pesar del cansancio u otras excusas que para mí no son válidas, y lo reconfortante de ir es un premio mucho mayor. Esas cosas se enseñan a los hijos sin hablarlo, simplemente te lo ven hacer y lo aprenden».

turca

¿Alguna vez, tras lo narrado, recibió reproches en alguna de esas situaciones por parte de sus afectos?

«No, al contrario; al principio venían a todos los partidos, pero eso después se va perdiendo, crecen y tienen sus propias actividades. Hace ocho años retomamos jugar y se aburrían un poco, por eso no vinieron más, pero siempre supieron lo que el básquet significa en mi vida y todo lo bien que me hace; una vez regresada jamás se me ocurrió abandonar porque la sensación es un día y semana distinta cuando entreno y juego. Me llena el alma, es reencontrarse con la esencia de uno, con amigos, sacarse problemas y conversarlo con personas en similares situaciones por integrar un grupo generacionalmente unido. Es fantástico cortar la rutina semanal con un deporte que amás; eso mis hijos lo entienden y por eso no solo no me reprochan sino me apoyan».

Jorgelina Janout. O La Turca. Un emblema de AFALP que buscará seguir creciendo, fortaleciéndose y como ella misma lo menciona dentro de sus anhelos, la punta de lanza para que un día la institución pueda tener todos sus planteles femeninos completos. Mientras tanto, junto a sus amigas y compañeras, se calza la Verde y disfruta el poder picar una pelota de básquet. Momento donde vuelve a sentirse una adolescente llena de energías y sueños.